domingo, diciembre 31, 2006

El Evangelio de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios en la Octava de la Navidad, el 1 de Enero, es el mismo de la Misa del alba del día de Navidad, ampliado en un versículo:
+ Los pastores fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno. +
La celebración de la Octava de la Navidad, incluye referencias a otros dos Misterios: La Circuncisión del Señor y la imposición del Santo Nombre de Jesús, que aparecen expresamente en el mismo Evangelio como ocurridos al octavo día del Nacimiento. Pero fué voluntad expresa de la liturgia post-conciliar el centrar el 1º de Enero en la solemne veneración de la Divina Maternidad de María. Hubo una antigua conmemoración de este Misterio vinculado a la definición del Concilio de Éfeso que se celebraba anualmante cada 11 de Octubre (fecha en la que se abrió el Concilio Vaticano II), cuya liturgia se trasladó solemnemente a esta Octava de la Navidad.
Se celebra la Divina Maternidad y la sacra y perpetua Virginidad de María, tal y como nos la ha trasmitido y conservado la Iglesia desde tiempos apostólicos: La integridad virginal de la Madre del Salvador antes, durante y después del Parto de Cristo. Las antífonas que ilustran el rezo de la salmodia de la Liturgia de las Horas, insisten hoy en la irrepetibilidad de ese milagroso don, remontándose a imágenes del Antiguo Testamento como la zarza ardiente del Horeb o el vellón rociado de Gedeón para parangonar tan exclusiva gracia de la Madre de Dios.
Y sin embargo, toda la grandeza inefable del Misterio vuelve a recogerse en la intimidad del sumario lucano "...María, guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón...", perfecta ambientación personal y espiritual de la intensa vivencia y participación del Misterio y su gracia salvadora.
También eso es único e irrepetible en Ella. La Iglesia, empero, inicia el año aspirando a alcanzar parte en ese don y en aquella gracia.
Monstra te esse Matrem!