domingo, diciembre 24, 2006


La Domínica IVª de Adviento concurre este año con la Víspera de Navidad. La liturgia del día es de Adviento, pero desde el atardecer se empezará a celebrar, con el rezo de Vísperas, la Natividad del Señor.
El Evangelio de la Misa de Adviento, es un tracto del capítulo Iº de San Lucas:
+ En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" +
Llegado el momento, las profecias y su cumplimiento están en la boca y en el seno de estas dos mujeres: Isabel lleva al Precursor; María, la Virgen, es la Madre del Enmanuel. La escena es un puro cántico emocionado. Todo es vida exultante que se desborda en alabanza y profecía incontenibles. Se está revelando Dios en la vida que portan ellas dos. La salvación ya no es promesa: Se ha hecho Vida, se ha hecho Carne.
Cada época imagina el Evangelio y pone figura a la Palabra. Nada más distinto que un capitel románico, o una tabla flamenca, o un fresco renacentista con una misma representación de alguna escena de los Santos Evangelios: Tipos humanos distintos, con diferente atuendo, en escenarios desiguales; sólo coinciden en el Misterio, del que dan su testimonio iconográfico, pero apenas más. También son fieles al detalle que concede verosimilitud a lo representado.
Cuando se representa la Visitación, la escena recalca lo absolutamente femenino del momento: Dos madres gestantes/dos mujeres en emocionado abrazo-encuentro de vida. La iconografía de la Visitación es un Evangelio con las palabras asomando a los labios, entendiendo con los ojos, palpitando en el vientre.
Sin embargo, en la distancia de los veintiún siglos que nos separan de ese Misterio, la figura de una mujer gestante ya no es signo de bendición; pero sí sigue siendo señal de vida; aunque si se está apostatando de la vida, ya no es símbolo de felicidad.
Hemos condicionado con adversativos el silogismo de la vida y su misterio...pero el Misterio se hizo Vida, y continúa iluminando con su trascendencia todo lo que vive: Esta es la premisa nueva, eternamente nueva, que Dios puso para que toda la cuestión humana se resuelva, no en muerte, sino en Gloria.
Un día, nosotros también cantaremos plenamente el Magníficat; hoy, lo rezamos y contemplamos todavía en profecía, pero lo repetimos con Ella, la mujer en la que se ha cumplido.
Bendita Ella entre todas, y Gloria al Fruto Salvador de su Vientre Virgen !!!