sábado, noviembre 25, 2006

Christus Rex


Entre las Solemnidades del Señor, esta es la más nueva en la Liturgia. El Papa Pio XI la instaura en 1925, casi con espíritu de profecía, adelantando una referencia al Rey Inmortal de los siglos ante el panorama de una Europa seducida por sistemas totalitarios de diverso signo, pero todos subordinando el Reino de Dios a los planes mezquinos y terribles de los hombres.

Se olvidaba y se excluía a Dios, y se terminó subyugando y oprimiendo al hombre. Colosos de pies de barro se alzaban contra el cielo, cumpliendo profecías y reabriendo Apocalipsis. Todo contra Dios, todos contra su Reino.

A costa de tanta sangre, con tantos odios, todos, imperios y tiranos, cayeron y pasaron. Pero la Fiesta pervivió, renovada, más profética si cabe. Se trasladó al Último Domingo del Año Litúrgico, cerrando con el anuncio del Rey y de su Reino la expectación de la Iglesia celebrante: Un Rey que vino, viene y vendrá; un Reino que comenzó, que existe, y que será por los siglos de los siglos.

En el Ciclo B del Leccionario Dominical, toca el Evangelio de Cristo ante Pilato según San Juan (Jn 18,33b-37). El interrogatorio en el Pretorio de Jerusalén es tan dramático como revelador:

+ “…Pilato le dijo: - ‘¿Con que tú eres rey?’
Jesús le contestó: - ‘Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad’…” +

Cuando leo este Evangelio, me sorprende la ilación entre verdad, testimonio y realeza que proclama Jesucristo: Rey Testigo de la Verdad. Aunque no penetro el significado pleno, me resulta tan elocuente, tan desafiante, tan comprometedor.

El reo que es interrogado es Rey; fue anunciado como Rey, y que su Reino no tendría fin. Nació Rey en un pesebre, murió Rey en una Cruz; tuvo corona de espinas, cetro de caña y manto de oprobio. Vive y reina y vendrá a juzgar vivos y muertos, naciones e historia, a cada hombre y todo lo humano. Su Reino será y no pasará.

A partir del próximo Lunes y durante toda la Semana XXXIV del tiempo Ordinario, se podrá cantar o rezar como himno en la Liturgia de las Horas la antigua secuencia “Díes Irae”, que fue suprimida del Oficio de Difuntos, y que alguien, con muy buen gusto y muy formada fe, logró conservar en esta discreta última semana litúrgica.

Entre las inspiradas estrofas del “Díes Irae”, me conmueve la que canta:

“Rex tremendae maiestatis
qui salvandos salvas gratis:
Salva me, Fons Pietatis!”

“Rey de tremenda majestad que salvas gratuitamente a los que se salvan: ¡Sálvame, Fuente de Piedad!”. La Majestad estremecedora que salva graciosamente, sin pago ni fianza porque Él paga y es fiador de la Salvación para los que se salvan; una Fuente inagotable de piedad, de misericordia, de perdón.

Rex meus, Dominus meus, Deus meus…

Ten piedad del mundo, de los hombres que salvaste y que convocas a tu Reino.

¡Venga tu Reino!

Volumus regnare Christum!

Adveniat Regnum Suum!


P.s. Me suena en la memoria otro himno del Rey:

" Témpora bona veniant,
Pax Christi veniat,
Regnum Christi veniat "
Todo bien vendrá con Él y con su Reino.
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2 Comments:

Blogger metro said...

Hoy por hoy, en lugar de "testimonio" me parece más correcto decir documento de verdad.
Llegué por casualidad a tu blog y me dió gusto dar -entre tantos diarios de vida- con variadas inquietudes teológicas. Saludos

3:38 p. m.  
Blogger Terzio said...

Inquietudes...

Yo diría más bien "esperanzas". Es un concepto que no excluye la inquietud, pero la templa.

"Documento de verdad", me gusta. Ignoro si un blog puede aspirar a tanto. Sin embargo decir o escribir sobre cosas de fe, es sacar a la luz esa fe y, en ese sentido, testimoniarla. Pero está bien, me gusta tmabién "documento de verdad".

Si al fin llegamos a ser testigos y documentos vivos, de vida, habremos alcanzado una meta plena de sentido.

+T.

11:07 p. m.  

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